sábado, 19 de enero de 2008

Para pensar y discutir

Estado y sociedad

Apuntes para la construcción histórica de lo indígena.

Por Leandro San Martín[1]

“Cuando el Estado escarba la tierra se mete en el barro. Sepulta y resucita a sus muertos”

La sociedad Argentina desde su concepción ideológica y forjadora de una identidad nacional fue moldeada por los lineamientos de la generación del ‘80.

Es a partir de ese tamiz como historia del país que no éramos y especialmente los acontecimientos tales como la conquista territorial llamada del desierto construyo un acervo de imágenes de los pueblos indígenas, entre las que se cuentan el hecho de forman parte del pasado, de que ilustran libros coloridos de historia, corresponden a una etapa salvaje del país e incluso anterior a su formación, prehistórica, prehispánica, precolombina.

En este contexto la triste pero celebre dicotomía de Sarmiento de civilización y barbarie cumplió un cometido ideológico. Aunque trunco desde su concepción la heterodoxia estadual supo retomar y resignificar.

Desde esta mirada cumplió y cumple una función social de homogenización a través de las instituciones legitimizadoras y represivas, que contribuyeron a la formación “ poli hegemónicas” de las identidades regionales en la identidad nacional, a partir del mito fundacional que selecciona, califica, descalifica, y resignifica nuestro pasado.

La representación que todavía circula en ámbitos sociales es que la patria la fundaron nuestros abuelos inmigrantes. Esta figura civilizatoria junto a la anterior barbarica supieron congeniar para hacer desaparecer del discurso a un conjunto de actores “anónimos” de nuestras historia entre ellos los pueblos originarios.

El discurso liberal reservo a los pueblos indígenas un lugar en los libros de historia, pero ese lugar invalida su existencia real, para ser indígena dentro el discurso hegemónico hay que vivir en choza y andar con taparrabos (mito salvaje, barbarico simbolizado, salido de las tolderías asentadas en los alrededores de las zanja de Alsina). Están borrado de su discurso el proceso por el cual se convirtieron en esclavos (a los que hay que agregar la mita, el yanacónasgo, la encomienda) que los alejo progresivamente sus costumbres y hábitos de vida. Están borrados los procesos de campesinizaciòn, los procesos en los que se convirtieron en trabajadores golondrinas, en proletarios urbanos y cuentapropistas. Están englobados en un proceso de desindigenizaciòn o mejor dicho desetnizaciòn[2] de la población.

Los desafíos hoy

Hoy ese pasado pisoteado vuelve con un menaje que desafía al discurso hegemónico (aunque también lo acompaña) resurgiendo con la intención de reivindicar a los pueblos originarios quienes después de siglos de dominación no son los mismos (y esto es lo que hay que aceptar), hoy, les quedo su nombre, tal vez su lengua y a partir de ese discurso donde re/construyen identidades, es desde la reivindicación de la palabra que se sustentan los nuevos significados, del ser, del pertenecer, de auto reconocer a una comunidad o pueblo indígena.

Es un camino plagado de contradicciones, ese ser indígena esta atravesado por múltiples identidades que históricamente solaparon a la otrora identidad como pueblo originario; pero en la construcción de identidad predomina una mirada esencialista no constructivista.

Pensar en el estado reconstruyendo una identidad colectiva indígena, es pensar que también reconstruirá otras identidades otrora despreciadas, ligadas a la figura de la pobreza, el campesinado, la educación, la proletarización etc.

Pero este proceso a la vista esta generando un clima explosivo, en cuanto al auto reconocimiento, “antes estaban todos muertos”, hoy en una provincia que reivindica la construcción de la santiagueñidad, esa santiagueñidad en dialogo con lo nacional, la que se pone en juego en una nueva construcción, de lo indígena, que aflora de la tierra después de siglos de ocultamiento, de supre/autorepresión y que durante años se las arreglo para perdurar en otras construcciones culturales.

Pero hoy se auto reivindica desde lo indígena, no desde lo nacional o lo santiagueño, lo peligroso de este proceso lo puede constituir el hecho que se construye sobre la renuncia a otros rasgos étnicos e identitarios también, como el legado negro en la “santiagueñidad” y en lo indígena, que pueden ser sepultados en la invisibilidad.



[1] Licenciado en Sociología, catedrático del Departamento de capacitación e investigación del ISPP Nº 5 Sumampa Santiago del Estero, miembro del Equipo Técnico Operativo para el relevamiento de comunidades Indígenas de Santiago del Estero UNSE. Asociado a la ONG Cumpas y Cumas.

[2] En este proceso se deben incluir a la población negra que en los siglos XVIII y XIX eran mayoría según datos de los censos poblacionales.

No hay comentarios: